MI PRINCESA
Había una vez en un reino muy lejano una
princesa demasiado bella, vivía solo con su madre pues su padre había fallecido
en una batalla de reinos, pero mientras estuvo vivo le dio los mejores momentos
de su vida tanto a su esposa como a su hermosa hija.
La reina y la princesa vivían, gobernando a
su pueblo de manera noble y justa. Aquella princesa crecía y crecía, se hacía
grande y más hermosa con los años, hasta que llega la edad de sus dieciocho
años, el reino haría un baile a su festejo, pues había que celebrarle a la
princesa, todo el reino comenzó con los preparativos e inventaron a todo el
pueblo para asistir, ya todo estaba listo.
—Hija, ya tienes dieciocho años y pronto
deberás tener un príncipe a tu lado, no te impondré con quien estarás, aunque
así deba ser, yo quiero tu felicidad y quiero que tu escojas con quien tendrás
ese compromiso, así como el amor de tu padre y el mío fue verdadero quiero que
el tuyo igual lo sea.
—Gracias madre —dijo la princesa dándole un
abrazo.
Y así transcurrieron los días hasta que la gran fiesta llegó. Todo el
pueblo y los otros reinados estaban unidos.
La princesa no estaba en búsqueda de un príncipe, ella estaba
disfrutando de su festejo con el pueblo. Todos le decían lo hermosa que se veía
con su hermoso vestido lila y su hermoso cabello rubio, hacían el conjunto
perfecto.
Después de tanto bailar la princesa fue a sentarse junto a su madre,
tanto fue lo que comió y bebió que debía ir al baño así que se levantó y fue,
rumbo al camino un mesero tropezó con ella derramando en su hermoso vestido las
bebidas que llevaba en la bandeja:
—
Disculpe,
disculpe —dijo el mesero mientras ayudaba a limpiarse.
—
No te
preocupes dijo la princesa —con su linda voz mientras se limpiaba.
Ambos levantaron los rostros y se miraron a
los ojos durante dos minutos, él sonrió después de eso ella igual, pero el
mesero estaba apenado.
—
Disculpé su
alteza, fui un tonto –—dijo mientras se arrodillaba.
—
No te
disculpes y ponte de pie fue sólo un accidente —dijo la princesa mientras
sonreía.
Aquel mesero acompaño a la princesa al baño y
se pasó la noche con ella, hasta que se despidieron.
El mesero al llegar a su humilde hogar se
acostó a dormir y recordó toda la noche que paso con la princesa anhelando que
volviera a suceder. La princesa de igual forma fue a dormirse en su habitación
y de igual manera recordó la noche con aquel joven mesero, recordó todo hasta
el tropiezo que tuvieron.
Al día siguiente el mesero le conto a su
madre:
—
Madre ayer
fue la mejor noche, estuve con la princesa bailando, riendo y platicando —lo
dijo con una mirada de soñador.
—
Hijo, me
alegra verte feliz, pero no te ilusiones con ella, tú eres de corazón humilde,
somos de economía baja y ellos de alta que te hace pensar que tendrá algo
contigo. Yo solo te lo digo por tu bien —dijo su madre muy triste.
Llego al castillo entró y la busco por todos
partes, en todas las habitaciones hasta que se toparon:
—
Hola, lo
abrazo y le dijo la princesa —pensé que no vendrías.
—
Tenía que
ver ese hermoso rostro que me ilumina —le respondió.
Él le dijo, después de irse a sentar en unas
escaleras que el castillo tenía:
—
Siento algo
por ti que aunque es un tiempo mínimo el que estuvimos juntos, lo siento sé que
es honesto, pero lo que también sé es que no es, correspondido tú eres una
princesa y yo sólo un ciudadano del pueblo, es una diferencia enorme de
economía, y solo venía a decirte esto que siento para que por lo menos tenga la
satisfacción de que te lo dije, eres mi princesa, la más hermosa aunque no
pueda tenerte —dijo con la cabeza hacia abajo y triste.
—
Pero esto no
es imposible, yo también siento algo por ti, y si se puede —dijo la princesa
feliz.
—
No se puede,
el reino no lo aceptara, es algo complicado, yo no aumentaré tus riquezas —dijo.
—
Eso no
importa, mi madre lo aceptará —respondió ella.
—
Lo dices
ahora, pero más adelante no será así, yo lo sé —se levantó dándole un beso en
la frente a la princesa.
La princesa se quedó desconcertada, no sabía
que pasaba y comenzó a llorar y así se quedó dormida hasta el amanecer, se
levantó y fue con su madre le contó todo lo que sucedió y lo que el joven le
dijo, de igual forma le confesó a su madre de que ella deseaba que él fuera su
futuro esposo, su madre le dio el sabio consejo de que fuera entonces a
buscarlo porque bien dicen que si algo no viene a ti tú ve por él.
—
¿Qué haces
aquí mi princesa? —dijo el joven mesero asombrado.
—
Vine por ti,
me hiciste llorar al marcharte, el hecho de que no seamos de la misma economía
no importa, todos somos iguales, mi madre te acepta, sabe que te quiero y nada
nos impide estar juntos —dijo la princesa.
—
¿Es en
serio?, yo también lloré, realmente te quiero, pero en mi pensar era imposible
nuestro amor.
—
Si es en
serio y tranquilo ahora sabemos que podemos estar juntos – le dijo la princesa
mientras lo abrazaba.
Se
mantuvieron abrazados por un buen rato y se decidieron a pasar una tarde
juntos, dando vueltas en el pueblo entre risas, charlas, burlas, cantos y
bailes, se dieron su primer beso y fue tan mágico, no cabe duda que a ambos la
piel se le enchino, esa tarde fue sensacional.
—
Esta noche
tu belleza reluce aún más, no cabe duda que me has hecho el hombre más feliz,
que a pesar de los problemas estas junto a mí siendo mi princesa y se cariño
que no puedo vivir sin ti, porque eres tú amada mía quien me enseño que el amor
verdadero si existe.
Y así fue y esa gran noche sellaron su amor
con un beso.
FIN
Vargas Gómez Hana Daira
No hay comentarios.:
Publicar un comentario