LOS
TRES SAPOS PRISIONEROS

Quichi,
Leo y Vito siempre estaban ayudando a su mamá con sus encargos, que eran por
ejemplo ojos de mosca, plantas curativas, opciones y esas cosas que las hechiceras
usan. Siempre acostumbraban a ir los tres, pues si iban solos, no podrían hacer
las mismas cosas que se hacen en equipo.
Un
día, la madre de los tres sapitos les encargó un asunto importantísimo, el cual
era buscar un Jacinto mágico, el cual pertenecía a un horrible ogro, el cual
sólo entregaba sus más grandes tesoros si llevaban uno mejor o al menos
aceptable, por lo que primero tendrían
que buscar que llevar a cambio. La madre de los tres sapitos les entregó una
flor de oro que su abuelo le había obsequiado cuando apenas tenía diez años de
vida. Se preguntarán, ¿por qué tal sacrificio?, pues pasa que aquel canal en el
que vivían se estaba quedando sin jacintos , en los cuáles los demás habitantes
construían sus hogares y confiaban sus vidas.
Era
el deber de la hechicera proteger su aldea, así que con mucha tristeza la
anciana entregó su mayor posesión a sus hijos para así poder salvar a la vida
de decenas de familias que pronto no tendrían lugar donde pasar las primaveras
ni los fríos inviernos.
Fue
entonces que los tres sapitos emprendieron su viaje, el cual duraría varios días, pues el dichoso
puente del otro se encontraba muy lejos y el camino para llegar a este era muy
peligroso.
Pasaron
un par de días caminando en línea recta sin encontrar al supuesto ogro y su
puente. Al llegar el medio día tomaron
un pequeño descanso a la orilla de un pequeño Pero cristalino estanque, el cuál
encantaba a cualquier ser vivo que lo viera.
Quichi,
el sapito mayor decidió posarse en una hoja de estanque para poder beber un
poco de la tentadora agua, a lo que sus hermanos menores le siguieron dejando
la bolsa que tenía guardada la flor de su madre en un rincón.

Los
sapitos fueron mandados a encerrar y fueron interrogados durante tres días sin
obtener ninguna respuesta de sus bocas.
Al
siguiente día Leo solicitó hablar con una Piraña guardia para dar inicio a su
plan. Leo dijo a está que revelaría la ubicación de la flor, sólo si se
liberaba a sus hermanos.
La
Piraña aceptó y liberó a los hermanos pero los volvería a encerrar si la flor no aparecía.
Leo
apresuró a buscar una flor cualquiera para Entregarla a las pirañas en la orilla del estanque. Las
pirañas no notaron nada extraño ya que Leo había pintado la flor de dorado. Leo
bajo en busca de sus hermanos para salir una vez por todas de aquél lugar.
Todo
parecía marchar acordé al plan. Los hermanos casi salían a la superficie,
cuando pronto una horda de pirañas los acorraló. La flor había destintado todo su color.
Los
sapitos se encontraban en serios problemas. Fueron llevados a la corte, donde
fueron condenados a una eternidad bajo el agua. Sólo les quedaba desear con
todo su corazón poder salir de prisión.
Los
sapitos rogaban al cielo ayuda pero de tanto rogar sus esperanzas de agotaban.
Los
hermanos salieron disparados hacia la superficie y a la vez asombrados por tan
peculiar poder.
Al
salir preguntaron a Vito que había pasado, pero ni el mismo sabía.
Encontraron
la flor destellando de igual forma que Vito; esta flor era milagrosa y había
estado escuchando las plegarias de los sapitos.
Fue
donde entendieron el gran sacrificio de su madre al entregar tan especial regaló
para salvar a su aldea.
Pronto
fueron guiados por hadas al puente, donde el ogro se encontraba y ahí le
entregaron su preciada flor de oro, contándole las maravillas que esta podía
hacer. El otro vio a través de sus corazones, viendo el gran sacrificio de la
hechicera y porque de la necesidad del Jacinto mágico.
El
ogro, esbozó una gran sonrisa, y les dio el Jacinto permitiéndoles conservar su
flor.
Los
sapitos volvieron, pusieron el Jacinto sobre el agua y todo floreció de nuevo.
La hechicera estaba muy feliz y los sapitos hicieron felices por siempre.
FIN
Taracena
García Ninfa Seleny
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