miércoles, 27 de diciembre de 2017

CUENTO LOS TRES SAPOS PRISIONEROS


LOS TRES SAPOS PRISIONEROS

Érase una vez, tres pequeños sapitos los cuales vivían en un canal. Los tres eran hijos de una famosa rana curandera de la que se rumoraban un sinfín de cosas: que era una hechicera, que no era de este mundo y que esto y que el otro, en fin, sólo una de esas cosas que se murmuraban era verdad; caña era hechicera, pero de las buenas, pues procuraba por el bien de los demás sapitos y de sus tres hijos principalmente.

Quichi, Leo y Vito siempre estaban ayudando a su mamá con sus encargos, que eran por ejemplo ojos de mosca, plantas curativas, opciones y esas cosas que las hechiceras usan. Siempre acostumbraban a ir los tres, pues si iban solos, no podrían hacer las mismas cosas que se hacen en equipo.

Un día, la madre de los tres sapitos les encargó un asunto importantísimo, el cual era buscar un Jacinto mágico, el cual pertenecía a un horrible ogro, el cual sólo entregaba sus más grandes tesoros si llevaban uno mejor o al menos aceptable,  por lo que primero tendrían que buscar que llevar a cambio. La madre de los tres sapitos les entregó una flor de oro que su abuelo le había obsequiado cuando apenas tenía diez años de vida. Se preguntarán, ¿por qué tal sacrificio?, pues pasa que aquel canal en el que vivían se estaba quedando sin jacintos , en los cuáles los demás habitantes construían sus hogares y confiaban sus vidas.

Era el deber de la hechicera proteger su aldea, así que con mucha tristeza la anciana entregó su mayor posesión a sus hijos para así poder salvar a la vida de decenas de familias que pronto no tendrían lugar donde pasar las primaveras ni los fríos inviernos.
Fue entonces que los tres sapitos emprendieron su viaje,  el cual duraría varios días, pues el dichoso puente del otro se encontraba muy lejos y el camino para llegar a este era muy peligroso.

Pasaron un par de días caminando en línea recta sin encontrar al supuesto ogro y su puente.  Al llegar el medio día tomaron un pequeño descanso a la orilla de un pequeño Pero cristalino estanque, el cuál encantaba a cualquier ser vivo que lo viera.
Quichi, el sapito mayor decidió posarse en una hoja de estanque para poder beber un poco de la tentadora agua, a lo que sus hermanos menores le siguieron dejando la bolsa que tenía guardada la flor de su madre en un rincón.

Al bajar sus cabezas para poder beber vieron en vez de sus reflejos en el agua a hermosas ranitas que coquetamente los invitaban a nadar con ellas. Los inocentes sapitos aceptaron y se aventaron al agua con mucha alegría y sin medir riesgos, ni pensar en que le podría pasar a la flor si la descuidaban.

Al caer fueron arrastrados al fondo del estanque por aquellas criaturas que al sumergirse cada vez más, parecían todo menos las bellezas que recordaban haber conocido. De repente despiertan en una ciudad sub acuática, en la cual sólo vivían horribles y grotescas pirañas que sabían acerca de la flor que los sapitos tenían.

Los sapitos fueron mandados a encerrar y fueron interrogados durante tres días sin obtener ninguna respuesta de sus bocas.
Leo el hermano mediano, se ideó un plan, en el cual guiaría a las pirañas hacia una flor falsa y así liberar a sus hermanos.

Al siguiente día Leo solicitó hablar con una Piraña guardia para dar inicio a su plan. Leo dijo a está que revelaría la ubicación de la flor, sólo si se liberaba a sus hermanos.

La Piraña aceptó y liberó a los hermanos pero los volvería  a encerrar si la flor no aparecía.
Leo apresuró a buscar una flor cualquiera para Entregarla a  las pirañas en la orilla del estanque. Las pirañas no notaron nada extraño ya que Leo había pintado la flor de dorado. Leo bajo en busca de sus hermanos para salir una vez por todas de aquél lugar.

Todo parecía marchar acordé al plan. Los hermanos casi salían a la superficie, cuando pronto una horda de pirañas los acorraló. La flor había destintado  todo su color.
Los sapitos se encontraban en serios problemas. Fueron llevados a la corte, donde fueron condenados a una eternidad bajo el agua. Sólo les quedaba desear con todo su corazón poder salir de prisión.

Los sapitos rogaban al cielo ayuda pero de tanto rogar sus esperanzas de agotaban.
De pronto Vito, el menor comenzó a destellar un brillo muy peculiar que asustó a sus hermanos. Vito empezó a abrir los tubos de la cárcel con sus andas, ¡tenía una tremenda fuerza!

Los hermanos salieron disparados hacia la superficie y a la vez asombrados por tan peculiar poder.
Al salir preguntaron a Vito que había pasado, pero ni el mismo sabía.
Encontraron la flor destellando de igual forma que Vito; esta flor era milagrosa y había estado escuchando las plegarias de los sapitos.
Fue donde entendieron el gran sacrificio de su madre al entregar tan especial regaló para salvar a su aldea.

Pronto fueron guiados por hadas al puente, donde el ogro se encontraba y ahí le entregaron su preciada flor de oro, contándole las maravillas que esta podía hacer. El otro vio a través de sus corazones, viendo el gran sacrificio de la hechicera y porque de la necesidad del Jacinto mágico.

El ogro, esbozó una gran sonrisa, y les dio el Jacinto permitiéndoles conservar su flor.
Los sapitos volvieron, pusieron el Jacinto sobre el agua y todo floreció de nuevo. La hechicera estaba muy feliz y los sapitos hicieron felices por siempre.

FIN

 Taracena García Ninfa Seleny

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